El ilusionismo es un arte escénico que consiste en crear la ilusión de que algo imposible que rompe las leyes de la física y la lógica está ocurriendo, desafiando así la explicación racional; y en la nueva cinta de Neil Burger pasa algo justamente parecido, pues nos entrega un producto que a simple vista pareciera bastante bien logrado y casi hasta medido en perfección, pero las cosas no son como parecen, pues si diseccionamos los varios aspectos que lo componen, nos podremos dar cuenta de que no todo es lo que parece.
En El ilusionista (The illusionist, EUA/RepCheca-2006) la historia se desarrolla en Viena a finales del siglo XIX, donde el mago Eisenheim (Edward Norton) asombra con sus trucos de ilusionismo a la alta sociedad, que incluye al Príncipe Leopold (Rufus Sewell) y a su prometida Sophie (Jessica Biel). Lo que nadie sabe es que Eisenheim y Sophie tuvieron un intenso romance en su adolescencia, que ahora parece revivir gracias a su encuentro fortuito. Pero el Príncipe empieza a sospechar, y encarga al tenaz Inspector Uhl (Paul Giamatti) que investigue al mago para denunciarlo como farsante... algo que no será tan fácil de probar.
Esta cinta se basa en el relato corto de Steven Milhauser llamado Eisenheim, the illusionist, una historia que muestra las complejidades de dos mundos opuestos y separados por las diferencias sociales en donde los personajes no podrán tomar decisiones acerca de su destino, sino simplemente deberán dejar que la magia actué por ellos y enfrentar las cosas buenas y malas de la vida. La adaptación corrió a cargo del mismo director, y desafortunadamente su guión es demasiado predecible, lo cual elimina la sorpresa y reduce el impacto de la historia inicial.
A pesar de lo anterior, la dirección es fluida y Burger nos sabe llevar de la mano con esta historia a veces mágica, a veces deslumbrante, a veces oscura y a veces muy predecible, pues realmente Burger tiene lo bueno de director como lo malo de guionista; lo cual se aprecia perfectamente en una orquestación de escenas elegante y fluida, y el desempeño que consigue de su elenco es casi perfecto, ya que muestran profundidad y control en la interpretación de sus personajes.
Respecto a las limitaciones del guión, la estructura es un poco floja y el romance se siente un tanto forzado a momentos, obligándonos a creerlo sin que lo convincente nos resulte apropiado. Pero el más grave problema es que el libreto pretende sorprendernos con una inesperada revelación que se puede adivinar mucho antes… Y no se trata tanto de que la cinta sea predecible, sino de que hay elementos narrativos que no sirven para generar suspenso en el espectador sin que este se dé por enterado de lo que sucede.
Durante 110 minutos nos desilusionaremos al ver en acción una mecánica narrativa que intenta generar misterio, cuando es obvio hacia dónde se dirige.... mientras nos desilusionamos con ello, nos ilusionaremos con las peripecias del protagonista, y es que la película emplea tantos efectos digitales en la creación de las ilusiones que efectúa que resultan bastante creíbles aunque desencajan un tanto con el tiempo espacio de la cinta, pero la lograda edición de Naomi Geraghty ayuda a coadyuvar ese aspecto dándonos solo las tomas concretas para poder sugerir que efectivamente hemos caído en la ilusión de Eisenheim.
Esta es una cinta que se recomienda más por sus aspectos técnicos e histriónicos que por su narrativa –que no es mala, pero que nos permitimos pedir más cuando hay o pudo haber oportunidad de hacerlo-. El ilusionista a pesar de todo lo malo, cumple con su cometido y nos pretende hacer creer que como siempre nada es lo que parece… y aunque hay ciertas convergencias en cuanto a lo que es y lo que parece, la cinta podrá parecer muy buena pero no es justamente la mejor definición; y podrá ser una cinta con algunos fallos, pero es un excelente vehículo de lucimiento del arte del ilusionismo y del mismo engaño.